ETAPA Nº 5 ( La Herbosa -Sopuerta )
Mientras que las distintas unidades tomateras se reunían este domingo junto a nuestra particular fuente de la eterna juventud, a una veintena de kilómetros, en Somorrostro, se iniciaba también una congregación de pequeñas nubes agitadas por el viento dominante de la jornada, y lo que para otros no es más que un insustancial parte del tiempo, para el grupo del tomate representa una cita con su destino. Allí estábamos de nuevo una treintena dispuestos a seguir a nuestro jefe de filas por esa pasarela colgante que nos sube hasta Zorroza. Visto en prespectiva , una columna de ciclistas literalmente suspendidos sobre la ría y a merced del fuerte viento es algo solo comparable con los motoristas enjaulados o los elefantes flotantes del Circo Price. Hay un instante en lo alto de la pasarela que si uno mira hacia Bilbao en una mañana así puede ver que el sol es en realidad una cegadora y reluciente cascada líquida. Pero, como digo, solo por un instante porque un poco más tarde nos adentramos en el un tanto tenebroso corredor del Cadagua, más amable de transitar en primavera. A buen ritmo, el cruce de las conversaciones del grupo va despertando en unos casos el interés y en otros, seguramente, algo más que el interés , por las todavía dormidas poblaciones de la comarca, víctimas de algún encantamiento. En Zalla , por poner un ejemplo, pudimos ver a un hombre que salía de un portal absolutamente vestido de negro-parecía el Príncipe de las Tinieblas- , rodeado de arneses que lo ataban a un perro musculado, con pinta de muy malo y que corría mucho más que su dueño; al parecer se trata de una nueva modalidad deportiva, de esas raras que practican en países como Finlandia en donde el frío a veces les hace perder la razón. Entretenidos con éstas y otras imágenes llegamos finalmente a La Herbosa, un minipuerto tendido entre prados para subir en grupo o haciendo minicarreras que, dicho sea de paso, ni nos agotan la vista ni nos distraen del paisaje, auténtico bálsamo para nuestras penas urbanas; después, un larguísimo descenso - tan largo que parece un parque de atracciones - hasta llegar a Sopuerta. Avituallamiento . Rola el viento. Malos presagios. ¡ A la carrera y a qué velocidad, señores ! Estas bajadas con viento portante a 45 km/h y que parecen un llano aumentan nuestro ego, dulcifican el carácter , expanden una alegría por el pelotón que en intensidad no le gana ni Contador entrando en los Campos Elíseos. Y como este es un deporte épico llega nuestra cita con el destino, con el sufrimiento también : un chubasco traidor nos moja y acompaña por el viacrucis del bidegorri . Es el acabóse , la desbandada. Unos se paran para abrigarse , otros continúan con tesón, los hay que se recogen en el metro, ninguno alcanza la redención. Pero así es el ciclismo, como la vida misma.
Tatón
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